La mayoría de los casos de profanación de tumbas ocurren en los
cementerios clandestinos, que están concentrados en los barrios
periféricos de la ciudad de Santa Cruz, donde habitan personas con bajos
ingresos económicos. Carecen de seguridad y el resto del año, a
excepción del Día de Todos Santos, permanecen abandonados. Superan en
cantidad a los camposantos legalmente establecidos.
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FOTOS: Silvana Cuellar
Descripción
Coronas de plástico todo desgastado; cúmulo de flores todas marchitas que esperan ser recogidas; cruces oxidadas y caídas; lápidas robadas; pasillos cubiertos por maleza, pasto y enredaderas; escombros y basura amontonada; residuos de botes de alcohol, colillas de cigarro y pipas de marihuana, esparcidos por todas partes; fotos y muñecos de trapo llenos de alfileres; velas negras y rojas; copas y ofrendas en vasijas de barro; mejunjes de mal olor; tumbas deterioradas y huecas; cajones fuera de sus nichos; piezas de restos humanos en bolsa negra; y una que otra tumbas prolijamente acondicionados que sugieren la ocasional visita de algún familiar; es lo que se puede encontrar en los cementerios clandestinos, impregnados de un ambiente desolador, triste y deprimente. La mayoría de estos espacios están desprotegidos, no cuentan con muros y están cercados con alambres de púas y palos, y en el peor de los casos sin nada. Carecen de alumbrado público y agua potable. No hay un orden, sus suelos están saturados por montículos de tierra, cruces de madera y nichos apilados.
En la voz de quienes viven en los alrededores, las opiniones están divididas entre aquellos que no les incomoda vivir en cercanías de estos cementerios y sugieren que se los acomoden, y por el otro lado quienes exigen su traslado y clausura definitiva. Entre los puntos a favor, los vecinos argumentan que se encuentran cerca de su domicilio; tienen a la mayoría de sus difuntos juntos; es manejado por una directiva vecinal; es para gente de escasos recursos; y que el espacio asignado para enterrar es para siempre y no temporalmente. En sentido contrario, hay gente que señala que nadie realiza un control; están olvidados; es nido de malvivientes que se apoderan para hacer sus fechorías, beber y drogarse; se roban los cadáveres, ornamentos y lápidas; son frecuentados por gente que realiza brujería; lidian con la basura y malos olores; los dirigentes solo aparecen cuando hay un entierro para cobrar y hacer su negocio; y el único día que lo limpian es para Todos Santos.
Tras un recorrido por la ciudad se logró ubicar 19 cementerios clandestinos, algunos en proceso de legalización por parte del Gobierno Municipal, autoridad competente de regular estos espacios.
Diferencia de costos
Al igual que comprar una casa o algún bien en
particular, el lugar donde permanecen los restos de los difuntos también
tienen un precio. En los cementerios municipales, se tienen dos lugares reservados para quienes no cuentan con un nicho, está el cementerio Tres Lagunas y otro
enorme camposanto ubicado en la ciudad de La Alegría (Plan Tres Mil), en estos
espacios el costo de un nicho es de Bs
1.622, por la permanencia de cinco años, previa presentación de una serie de requisitos, entre los más
importantes, certificado de óbito y certificado de defunción de la persona
fallecida. Para lograr enterrar en el resto de los cementerios municipales, se debe
contar con un familiar o conocido que esté dispuesto a conceder un espacio, caso contrario no se puede. Con
el paso del tiempo, los deudos pagan una tarifa anual de impuesto y
mantenimiento del lugar, y cada cinco años se debe renovar la permanencia
pagando cierto monto.
En
el caso de los cementerios privados, el precio es variable, se puede encontrar
espacios desde los 3.700 y 5.000 dólares, con una tasa de mantenimiento desde 35
dólares anuales sujeto a variaciones. De igual manera que los municipales,
piden el certificado de óbito y defunción. Dan facilidades de pago ya sea al
contado o mensual, con una tasa de interés del 5 u 8%. El precio es menor o
mayor dependiendo de la zona que se elija. Los de costo elevado se encuentran
cercanos a la puerta principal, mientras que los más alejados tienen una tarifa
inferior.
En
los cementerios clandestinos, se encontrará siempre un encargado de hacer el
cobro respectivo para el entierro, no es nomás ir y buscarse un lugar. Los
vecinos que viven en los alrededores dan el dato de la persona a la cual se
debe buscar. Los precios también varían y se ajustan de acuerdo a la ubicación. En un barrio
alejado, donde no llega el asfalto y está rodeado de hierba, el espacio para
un nicho sale Bs 3.000, mientras que uno
que está sobre avenida cuesta hasta Bs 9.000, con las opciones de alquilar un nicho por una tarifa de Bs
1.800 por un año.
Estas
son las tres opciones que se tienen para
elegir la última morada donde permanecerá el cuerpo de una persona fallecida. A
diferencia de los municipales y privados, en los clandestinos no les piden a los familiares certificados de nada ni trámite alguno, solo
la fotocopia de carné de identidad de la persona que se hará responsable de ese
nicho. El pago se realiza una sola vez al encargado y cada quien vela por la
seguridad del nicho de su difunto.
Cuando
se consultó a los vecinos que viven en los barrios, sobre los cementerios,
varios de ellos manifestaron que enterrar a un difunto en un cementerio clandestino es mucho más fácil que en un municipal, porque en este último hay que hacer trámites y pagos por refacciones y mantenimientos. Mientras que para un
privado, el costo está fuera de sus posibilidades económicas.
***
Sin lugar a duda que los cementerios clandestinos son vulnerables a cualquier acto delictivo en su interior dada la falta de seguridad. Pero ¿por qué están permitidos? ¿se está haciendo algo respecto? estas y otras preguntas fue la que trasladamos al exdirector de Cementerios del Gobierno Municipal de Santa Cruz, José Queirolo, que estuvo desempeñándose en el cargo durante más de cinco años.
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José Queirolo, exdirector general de Cementerios. |
¿Durante su gestión, cuántos cementerios clandestinos y municipales se tenían registrados?
R. Cuando yo ingresé a esta dirección teníamos solamente 11 cementerios municipales (2009) y terminamos con 23 cuando yo salí (2017). Clandestinos podemos decir que son más que los legales, porque la gente va creando urbanizaciones y dispone de un terreno sin ni siquiera preguntar si les van a autorizar o no, pues solo lo toman y abren, después hay que buscar la forma de legalizar ese cementerio, contar con algún tipo de obra que le dé el tinte de cementerio porque de otra forma solo será un campo abierto donde la gente va y entierra a su muerto, sin ningún control, sin ninguna participación del Estado, y eso da lugar a que puedan ocurrir hechos que van contra la ley en el sentido de que maten a alguien y vayan y lo entierren y no lo pillen más.
¿Cómo es que pasan los cementerios clandestinos a dominio del Municipio?
R. Como no hay forma de clausurarlos, lo que debe buscarse es la forma de regularizarlos, ese es el conducto. Primero hay que realizar la verificación si es un terreno que está en un área de equipamiento; si es así, el Municipio puede disponer de él; si está en manos de un vecino, hay que llegar a un acuerdo para que ese espacio sea cedido a favor del Municipio. Mientras no estén registrados a nombre del Gobierno Municipal, no se puede intervenir.
¿Por qué siguen habiendo cementerios clandestinos?
R. Hay un negocio de por medio. En los clandestinos les cobran 1500 a 2000 bolivianos por un entierro, no crea que es gratis. Hay dirigentes que se oponen. En cambio, en los municipales, usted paga 25,50 bolivianos por enterrar. Se opta por los clandestinos porque muchas veces la gente no tiene documento, como el certificado de defunción, por eso se va a un clandestino, a lo más fácil, y otra de las causas es porque el difunto ha fallecido de muerte dudosa y no quieren que se les haga la autopsia de ley.
¿Las profanaciones de tumbas solo ocurren en los clandestinos?
R. Sí, porque no tienen barda. Los cementerios que hemos regularizado y ya son de dominio municipal, cuentan con barda perimetral y cerca eléctrica, se los han encerrado, se les ha hecho oficinas, baño, pasillos, se les ha puesto iluminación, bancas. Más que todo enfatizamos en la iluminación porque eran lugares donde los delincuentes hacían sus nidos, se escondían en los propios nichos, robaban, y como era oscuro nadie, ni la Policía, se animaba a entrar. Entonces eso ocurre en los cementerios clandestinos porque cualquiera entra; son campos abiertos donde violan, matan, roban y de todo.
¿Considera que los cementerios municipales están bien resguardados para evitar el robo de cadáveres?
R. Se ha trabajado en la seguridad, además de guardias, se ha colocado cámaras. No todos cuentan con cámaras de vigilancia, pero la meta es que todos tengan. Pero esas cámaras no están para velar que no se roben a los muertos porque al muerto no le duele nada, ni le va a pasar nada, a mí ve vale el muerto, la verdad. Las cámaras están para proteger a los vivos que entran, porque así como hay gente que va y le pone flores y velas a su difunto, hay otros que van con otra finalidad y aprovechan para robar y quitarles sus cosas a los visitantes.
¿Algún funcionario municipal se ha visto involucrado en hechos irregulares?
R. Sí, pero mientras yo estuve esto se fue corrigiendo y le cambiamos la cara a los cementerios. Pasa que cobraban a la gente dinero que no correspondía, cobraban por ejemplo por dejar entrar a pintar, por poner una lápida. Estas personas terminaron yéndose a su casa, ahora todo pago debe realizarse en la Cooperativa Jesús Nazareno.
El control en los cementerios municipales es estricto, todo funcionario debe presentar un informe semanal de todo lo que ha pasado y, cuando había algún tipo de profanación o denuncia sobre presunta profanación, por ejemplo, los primeros que iban a denunciar eran los parientes, entonces se hacía la investigación pertinente. En el cementerio La Cuchilla hubo un caso donde fueron y denunciaron, pero no era que se lo habían robado, fue que un familiar había sacado sin autorización a su difunto para llevarlo a otro mausoleo, nada tuvieron que ver los funcionarios. Del cementerio Pajonal también recibimos una denuncia de que habían sacado los huesos, pero no fueron los guardias municipales, fue gente de afuera, unos albañiles que incluso fueron llevados a un proceso cautelar.
¿Quiénes están tras los huesos, según usted?
R. Yo me atrevería a decir que un 98% son alumnos de medicina quienes roban cadáveres y un 2% los que hacen brujería. Pasa que los esqueletos de plástico no son perfectos, no tienen la misma porosidad, alguna vez me comentaba un médico, por eso es que forzosamente se ven en la necesidad de buscar restos óseos.
¿Qué debería hacerse para dar un alto a las profanaciones?
R. Darle seguridad a los cementerios clandestinos, legalizarlos y encerrarlos para que no puedan entrarse personas a robar. Hacer un mayor control para que no se sigan abriendo más cementerios clandestinos y cortarlos desde el comienzo.
¿Y en lo legal?
R. Pasa que la profanación de tumbas no es un delito; por más que yo pille a alguien sacándose una calavera, lo haré detener por ocho horas, pero solamente porque están yendo contra las normas de tipo social, de orden público, atentando contra el buen sentimiento de la gente, pero nada más. No hay ningún artículo en el código que diga que la profanación de tumbas está penada por ley y tiene sanción de tantos años. No podría haber ni va a haber nunca, toda vez que en La Paz, por ejemplo, hay hasta el día de las “ñatitas” donde la gente tiene su calavera, la desentierran, la pintan y la adornan y salen con sus calaveras, ¿ese día usted va a meter a la cárcel a 4.000, 5.000 o 10.000 personas? No se puede sancionar.
Por otro lado, sabemos que son estudiantes de medicina, ¿usted va a terminar con todos los estudiantes de medicina presos? Porque cada uno de ellos tiene su calavera, así de claro. Es nulo el delito si no hay una ley previa; por muy reprochable que sea una conducta, no podemos hacer nada por el principio de legalidad y por la propia tipicidad. El muerto es solo un desecho, no es otra cosa, no es propiedad de nadie, y por eso no se le da la importancia que quieren darle. No se va a solucionar este problema porque nunca van a conseguir que se tipifique como delito, nunca.
Por más que hubiera la proposición de una normativa, le garantizo que no va a contar con el apoyo, porque solo será el afectado al que le duele en ese momento, pero después no. Al difunto lo lloran cuando muere, incluso hay personas que se olvidan de su muerto y nunca más vuelven al cementerio. Sería más fácil sancionar a los que están haciendo uso de un suelo indebido, que no está autorizado para cementerio, porque generalmente avasallan terrenos particulares, y ahí hacen su negocio. El problema de las profanaciones va a seguir y yo no veo cómo se pare.
Por otro lado, sabemos que son estudiantes de medicina, ¿usted va a terminar con todos los estudiantes de medicina presos? Porque cada uno de ellos tiene su calavera, así de claro. Es nulo el delito si no hay una ley previa; por muy reprochable que sea una conducta, no podemos hacer nada por el principio de legalidad y por la propia tipicidad. El muerto es solo un desecho, no es otra cosa, no es propiedad de nadie, y por eso no se le da la importancia que quieren darle. No se va a solucionar este problema porque nunca van a conseguir que se tipifique como delito, nunca.
Por más que hubiera la proposición de una normativa, le garantizo que no va a contar con el apoyo, porque solo será el afectado al que le duele en ese momento, pero después no. Al difunto lo lloran cuando muere, incluso hay personas que se olvidan de su muerto y nunca más vuelven al cementerio. Sería más fácil sancionar a los que están haciendo uso de un suelo indebido, que no está autorizado para cementerio, porque generalmente avasallan terrenos particulares, y ahí hacen su negocio. El problema de las profanaciones va a seguir y yo no veo cómo se pare.
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Los cementerios clandestinos forman parte de esta ciudad en constante crecimiento. Según datos de la oficina General de Cementerios serían alrededor de una treintena, por encima de los municipales (23). La mayoría de ellos, son antiguos y están asentados en terrenos privados y/o en litigio. Están a cargo de juntas vecinales que se resisten a cederlos al Municipio, dado los intereses económicos que habría de por medio con la venta de espacios y nichos. Las autoridades del área reconocen que a medida que se van creando urbanizaciones, los vecinos por su cuenta disponen de un terreno para enterrar a sus difuntos, sin tener la autorización respectiva. De ahí que es todo un proceso para regularlos. Estas causales denotan una falta de control para evitar la proliferación de estos cementerios inseguros y vulnerables al robo de cadáveres.