Por: Silvana Cuellar Moscoso

martes, 3 de julio de 2018

INTRODUCCIÓN


La profanación de tumbas tiene sus inicios en antiguas civilizaciones, como en el Imperio Romano, donde para evitar la violación a los sepulcros la sociedad recurría a los reconocidos epitafios en los que se puede leer súplicas para que no se lleve a cabo la profanación (Rogo nesepulcri umbras violare audeas/ te lo ruego no te atrevas a profanar la sombra de este sepulcro). En la civilización Egipcia, la ansiedad de buscar los tesoros de los faraones (joyas y piedras preciosas) hizo que los egipcios echaran mano a las maldiciones, una de las más famosas fue la de Tutankamón. 

En la actualidad, pleno siglo XXI, esta práctica se sigue perpetuando en varias partes del mundo. En España, las denuncias de robos de ornamentación de las tumbas son recurrentes debido al costo monetario que tienen las lápidas, crucifijos y nichos. El drama que se vive en, Cuba, pasa por una cuestión religiosa de utilizar los huesos para trabajos de santería. De igual manera la profanación de tumbas tiene sus ramificaciones en Sudamérica, en países como Venezuela, Perú, Brasil,  Ecuador, Colombia, Paraguay, Argentina.

En Bolivia, también se convive con este problema social que golpea fundamentalmente a las familias más humildes que, ante la falta de recursos económicos para enterrar a sus difuntos, recurren a los llamados ─cementerios clandestinos─ espacios que no cuentan con ningún tipo de seguridad. 

En el caso particular de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, donde se centra esta investigación, estos hechos vienen sucediendo desde hace tiempo. Entre los años 2007 -  2015 se registraron 72 denuncias por robo de restos humanos. Sin embargo, la ausencia de una normativa penal que tipifique a la profanación de tumbas como un delito, agrava la situación y hace que los deudos queden desamparados y llenos de impotencia ante la falta de justicia. Sufren un doble duelo al perder por segunda vez a sus seres queridos.

La profanación de tumbas es reprochada y condenada por la Iglesia Católica que la califica como una ‘injuria grave’ contra lo sagrado, bajo el precepto de que el cuerpo humano simboliza el ‘templo terrenal’ del espíritu, al cual se le debe respeto. Pero para los profanadores aquello no significada nada, y sin ningún reparo sustraen algo que no les pertenece. 

Es así que la presente investigación periodística realizada el 2017 pone al descubierto la recurrencia de casos, las personas que están detrás de las profanaciones, los motivos que los induce a cometer este delito y la multiplicidad de factores que inciden en este problema. 

Las categorías para la búsqueda de los contenidos son seis: casos (donde se presenta la incidencia en los cementerios, autores de las profanaciones y el lugar de ocurrencia, con base en la información obtenida de la prensa; además de datos oficiales de la Policía), cementerios (fotografías que muestran el rostro de la clandestinidad, testimonio de vecinos que viven en los alrededores, ubicación y descripción de los cementerios clandestinos), afectados (deudos y testigos), cadáver (como objeto de estudio y utilización en prácticas de brujería), mercado negro (negociado de piezas óseas), vacío legal (proceso, denuncia, contexto jurídico internacional y ausencia de normativa nacional).

De esta manera se apostó por contribuir a la sociedad dando a conocer esta problemática a profundidad con información documentada y testimoniada, permitiendo que puedan sacar sus propias conclusiones y, en lo posible que las autoridades llamadas por ley tomen cartas en el asunto, porque solo a través de un periodismo de investigación “una historia puede ser contada de tal manera, que logra penetrar o exponer una situación dada para así reformarla, denunciarla o, en algunos casos, promover un ejemplo de una mejor forma de hacer las cosas” (Mark Lee Hunter).